Siempre digo que… ¡esta isla es mágica, lugar donde todo es diferente, donde pasan las cosas más increíbles!
Cuando se piensa en Cuba, viene a la mente una isla caribeña de playas hermosas. Varadero, entre todas, es la más famosa, la más mentada, no se puede pensar en Cuba sin que a la mente llegue la imagen de este balneario, de arenas superfinas y blanquísimas, de aguas de un azul transparente y una infraestructura que aprovecha cada una de las bondades de la naturaleza para hacer del lugar un sitio especial para turistas de todo el mundo.
Dicen que aquí se pueden encontrar las aguas más azules y las arenas más blancas…
Quizás exageren, pero también hay siempre algo, o mucho, de cierto en cada historia. También hay muchas otras cosas que no se dicen o escuchan tanto pero no por ello dejan de ser verdaderas, y al descubrirlas puedes obtener una perspectiva más amplia de la realidad cubana y la vida de los cubanos de a pie.
Varadero no siempre fue lo que podemos ver hoy. Se funda como ciudad el 5 de diciembre de 1887, cuando diez familias de la ciudad Cárdenas se asentaron en la zona. Aun en la primera mitad del siglo pasado era solo un poblado de pescadores, sin más arquitectura que las rústicas cabañas que les daban cobijo. Pero en 1926, el magnate en la industria química, Francis Irénée du Pont llegó a la isla y se percató de que aquella playa podía representar un lugar para el ocio de los más adinerados de la isla en aquel entonces y los ricos extranjeros. Y es así que se comienzan a construir casas, hoteles y avenidas.
Un día cualquiera de este verano, disfrutando de la bellísima playa azul de Varadero hubo algo que llamó mi atención. No fue el sol radiante, ni el cielo despejado. Fue algo especial, digno de disfrutar en esta playa cosmopolita y moderna.
Fue un humilde pescador con su red, caminando tranquilo y sencillo por la orilla, con su short y su piel curtida, los pies descalzos y las manos sabias lanzando y recogiendo su tarraya justo a tiempo para atrapar lo que quizás será carnada para una pesca mayor.
Así, tranquilo y desprejuiciado, indiferente ante la curiosa mirada de turistas, camina y hace su faena en este lujoso balneario caribeño. Para él ese no es más que el mar que le da el sustento y su futuro se centra en la sencillez de la meta inmediata de cada día.
Así es de simple la vida para muchos lugareños, que siguen el curso de su realidad en el complejo mundo de nuestros días, como si no pasara el tiempo, como si no les importara nada. La simplicidad cotidiana de un viejo hombre de mar en la cosmopolita playa de Varadero me hizo reflexionar.
Hay muchas historias por contar. Al viajar por la isla, uno tiene oportunidad de descubrir esta auténtica Cuba y escribir su propia historia… Aquí en la isla, uno puede conocer a personas extraordinarias y observar cosas que incluso puedan cambiar la manera como uno ve el mundo. En definitiva, viajar abre la mente.